Dans ce recueil de 13 nouvelles, la jeune autrice mexicaine frappe fort mais juste
Llegué a Liverpool el 18 marzo de 1867. El Great Eastern debia zarpar a los pocos dias para Nueva York, y acababa de tomar pasaje a su bordo. Viaje de aficionado, ni mas ni menos. Me entusiasmaba la idea de atravesar el Atlantico sobre aquel gigantesco barco. Contaba con visitar el norte de América, pero esto era sólo accesorio. El Great Eastern ante todo; el pais celebrado por Cooper, después. En efecto, el buque de vapor a que me refiero es una obra maestra de arquitectura naval. Es mas que un barco, es una ciudad flotante, un pedazo de condado desprendido del suelo inglés y que, después, de haber atravesado el mar, debia soldarse al continente americano. Me figuraba aquella masa enorme arrastrada sobre las olas, su lucha con los vientos a quienes desafia, su audacia ante el importante mar, su indiferencia a las expresadas olas, su estabilidad en medio del elemento que sacude, como si fueran botes, los Wario y los Sollerino. Pero mi imaginación se quedó corta. Durante mi travesia, vi todas estas cosas y otras muchas que no son del dominio maritimo. Siendo el Great Eastern no sólo una maquina nautica, sino un microscopio, pues lleva un mundo consigo, nada tiene de extrano que en él se encuentren, como en otro teatro mas vasto, todos los instintos, todas las pasiones, todo el ridiculo de los hombres.
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