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EL SABOR DE LA TIERRUCA

Couverture du livre « EL SABOR DE LA TIERRUCA » de Jose Maria De Pereda aux éditions Culturea
  • Date de parution :
  • Editeur : Culturea
  • EAN : 9791041808786
  • Série : (-)
  • Support : Papier
Résumé:

La cajiga aquella era un soberbio ejemplar de su especie: grueso, duro y sano como una pena el tronco, de retorcida veta, como la filastica de un cable; ramas horizontales, rigidas y potentes, con abundantes y entretejidos ramos; bien picadas y casi negras las espesas hojas; luego otras ramas, y... Voir plus

La cajiga aquella era un soberbio ejemplar de su especie: grueso, duro y sano como una pena el tronco, de retorcida veta, como la filastica de un cable; ramas horizontales, rigidas y potentes, con abundantes y entretejidos ramos; bien picadas y casi negras las espesas hojas; luego otras ramas, y mas arriba otras, y cuanto mas altas mas cortas, hasta concluir en débil horquilla, que era la clave de aquella rumorosa y oscilante bóveda. Ordinariamente, la cajiga (roble) es el personaje bravio de la selva montanesa, indómito y desalinado. Nace donde menos se le espera: entre zarzales, en la grieta de un penasco, a la orilla del rio, en la sierra calva, en la loma del cerro, en el fondo de la canada... en cualquier parte. Crece con mucha lentitud; y como si la inacción le aburriera, estira y retuerce los brazos, bosteza y se esparranca, y llega a viejo dislocado y con jorobas; y entonces se echa el ropaje a un lado y deja el otro medio desnudo. Jamas se acicala ni se peina; y sólo se muda el vestido viejo, cuando la primavera se le arranca en harapos para adornarle con el nuevo; le nacen zarzas en los pies, supuraciones corrosivas en el tronco, musgo y yesca en los brazos; y se deja invadir por la yedra, que le oprime y le chupa la savia. Esta incuria le cuesta la enfermedad de algún miembro, que, al fin, se le cae seco a pedazos, o se le amputa con el hacha el lenador; y en las cicatrices, donde la madera se convierte en húmedo polvo, queda un seno profundo, y alli crecen el muérdago y el helecho, si no le eligen las abejas por morada para elaborar ricos panales de miel que nadie saborea.

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