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El Virginiano Un Caballero de las Llanuras

Couverture du livre « El Virginiano Un Caballero de las Llanuras » de Owen Wister aux éditions Culturea
  • Date de parution :
  • Editeur : Culturea
  • EAN : 9791041935086
  • Série : (-)
  • Support : Papier
Résumé:

Una escena curiosa atraia a los pasajeros hacia la ventanilla, tanto hombres como mujeres, asi que me levanté y crucé el vagón para ver de qué se trataba. Cerca de las vias vi un cercado y alrededor de este habia algunos hombres riendo; dentro del cercado habia torbellinos de polvo, y en medio... Voir plus

Una escena curiosa atraia a los pasajeros hacia la ventanilla, tanto hombres como mujeres, asi que me levanté y crucé el vagón para ver de qué se trataba. Cerca de las vias vi un cercado y alrededor de este habia algunos hombres riendo; dentro del cercado habia torbellinos de polvo, y en medio del polvo algunos caballos, corcoveando, apinandose y esquivandose. Eran ponis vaqueros en un corral y uno de ellos no se dejaba atrapar, daba igual quién le lanzara el lazo. Estuvimos un buen rato contemplando aquel espectaculo; nuestro tren habia parado para llenar el motor junto al tanque de agua un poco antes de llegar al andén de la estación de Medicine Bow. Ya llevabamos un retraso de seis horas y nos moriamos por algo de entretenimiento. El poni del corral era listo y de patas ligeras. ¿Han visto alguna vez a un boxeador habilidoso estudiando a su antagonista con una mirada silenciosa y fija? Esa mirada era la que el poni clavaba en cualquiera de los hombres que se acercara con el lazo. El jinete podia fingir que miraba hacia el cielo, que lucia espléndido, o que entablaba una animada conversación con un viandante; todo era inútil. El poni lo adivinaba. Ningún amago lo enganaba. Ese animal era todo un hombre de mundo. Sus ojos atentos se clavaban en la amenaza disimulada y la gravedad de su rictus de caballo convertia la situación en una escena de comedia costumbrista. Luego, le lanzaban el lazo, pero el animal ya se encontraba en otro lugar; si los caballos se rien, debia de abundar la alegria en aquel corral. En ocasiones, el poni daba una vuelta solo, a continuación se deslizaba como un rayo entre sus hermanos, y todos ellos, como un banco de peces juguetones, salian trotando por el corral, pateando el fino polvo y -tal como me pareció- riéndose a carcajadas.

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