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Pieza central de uno de los paradores, albergues o «refugios» construidos al borde de las carreteras por el Patronato Nacional de Turismo. En el foro, chimenea de piedra, con librerias y sendos butacones. En el primer término de cada lateral, un tresillo con su mesita correspondiente. En las paredes, aparatos de luz, un teléfono y trazos de colores indicando carreteras, pueblos, fuentes de gasolina, etc., etc. Una puerta en cada lateral: la de la derecha (actor), que da acceso al comedor, y la de la izquierda, que conduce al recibimiento. Son las cinco de la tarde de un dia de invierno. La chimenea, encendida. Época actual.
(Al levantarse el telón, AFRICA, administradora del «parador», senora como de cincuenta anos, que viste con sencillez y buen gusto, esta poniendo nuevos lenos en la chimenea, al mismo tiempo que entra en escena, por la derecha, TIMOTEO, su hermano, sesentón simpaticote y corriente, que ha sido cochero de casa grande, y se le nota).
TIMOTEO.-¿Qué, se largó ya la marquesa esa de Sangüesa?
AFRICA.-Hace un momento. ¡Lo que se ha alegrado de verme aqui, al frente de «parador»! Y no me reconoció al pronto. Ya ves: ella, que hace treinta anos me llamaba a mi la doncella de oro... Lo que yo le dije: «¡Ay, senora marquesa!... ¡De aquel oro no queda mas que esta escoria!».
TIMOTEO.-Vamos, vamos; no hay que tirarse por los suelos, hermana.
AFRICA.-Si, es verdad, Timoteo. ¡De tanto trabajar estoy tan ajada y tan... escoriada!...
TIMOTEO.-Ella si que no es ni sombra de lo que fué. Porque fue una buena jaca. Cuando yo «entruve» de cochero en casa del senor duque, estaba ella que ¡vaya potranca con sangre! No sé si seguira tan coqueta como en el antano. Porque era una castiza..., ¡mi madre!
AFRICA.-De eso no se ha corregido. En cuanto habla con un caballero se almibara que da fatiga. Ella dice que es la diabete, que la tiene la sangre azucarada; pero lo que le ocurre es que no ha conocido la vergüenza ni por el forro. ¡Ah! Le he preguntado por Consuelito y por Maruja, y tampoco sabe nada de ellas.
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