Blanche vient de perdre son mari, Pierre, son autre elle-même. Un jour, elle rencontre Jules, un vieil homme amoureux des fleurs...
No habia esperanza esta vez: era la tercera embolia. Noche tras noche pasaba yo por la casa (eran las vacaciones) y estudiaba el alumbrado cuadro de la ventana: y noche tras noche lo veia iluminado del mismo modo débil y parejo. Si hubiera muerto, pensaba yo, veria el reflejo de las velas en las oscuras persianas, ya que sabia que se deben colocar dos cirios a la cabecera del muerto. A menudo él me decia: «No me queda mucho en este mundo», y yo pensaba que hablaba por hablar. Ahora supe que decia la verdad. Cada noche al levantar la vista y contemplar la ventana me repetia a mi mismo en voz baja la palabra «paralisis». Siempre me sonaba extrana en los oidos, como la palabra gnomón en Euclides y la simonia del «catecismo». Pero ahora me sonó a cosa mala y llena de pecado. Me dio miedo y, sin embargo, ansiaba observar de cerca su trabajo maligno.
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