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Cuentos

Couverture du livre « Cuentos » de Carrasquilla Tomas aux éditions Culturea
  • Date de parution :
  • Editeur : Culturea
  • EAN : 9791041937547
  • Série : (-)
  • Support : Papier
Résumé:

Este dizque era un hombre que se llamaba Peralta. Vivia en un pajarate muy grande y muy viejo, en el propio camino real y afuerita de un pueblo donde vivia el Rey. No era casao y vivia con una hermana soltera, algo viejona y muy aburrida.
No habia en el pueblo quién no conociera a Peralta por... Voir plus

Este dizque era un hombre que se llamaba Peralta. Vivia en un pajarate muy grande y muy viejo, en el propio camino real y afuerita de un pueblo donde vivia el Rey. No era casao y vivia con una hermana soltera, algo viejona y muy aburrida.
No habia en el pueblo quién no conociera a Peralta por sus muchas caridades: él lavaba los llaguientos; él asistia a los enfermos; él enterraba a los muertos; se quitaba el pan de la boca y los trapitos del cuerpo para darselos a los pobres; y por eso era que estaba en la pura inopia; y a la hermana se la llevaba el diablo con todos los limosneros y leprosos que Peralta mantenia en la casa. ¿Qué te ganas, hombre de Dios -le decia la hermana-, con trabajar como un macho, si todo lo que conseguis lo botas jartando y vistiendo a tanto perezoso y holgazan? Casate, hombre; casate pa que tengas hijos a quién mantener. Calle la boca, hermanita, y no diga disparates. Yo no necesito de hijos, ni de mujer ni de nadie, porque tengo mi prójimo a quién servir. Mi familia son los prójimos. ¡Tus prójimos! ¡Sera por tanto que te lo agradecen; sera por tanto que ti han dao! ¡Ai te veo siempre mas hilachento y mas infeliz que los limosneros que socorrés! Bien podias comprarte una muda y comprarmela a yo, que harto la necesitamos; o tan siquiera traer comida alguna vez pa que llenaramos, ya que pasamos tantos hambres. Pero vos no te afanas por lo tuyo: tenés sangre de gusano.
Esta era siempre la cantaleta de la hermana; pero como si predicara en desierto frio. Peralta seguia mas pior; siempre hilachento y zarrapastroso, y el bolsico lamparo lamparo; con el fogoncito encendido tal cual vez, la despensa en las puras tablas y una pobrecia, senor, regada por aquella casa desde el chiquero hasta el corredor de afuera. Figúrese que no eran tan solamente los Peraltas, sino todos los lisiaos y leprosos, que se habian apoderao de los cuartos y de los corredores de la casa convidaos por el sangre de gusano, como decia la hermana.

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