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Cuentos tragicos

Couverture du livre « Cuentos tragicos » de Emilia Pardo Bazan aux éditions Culturea
  • Date de parution :
  • Editeur : Culturea
  • EAN : 9791041937622
  • Série : (-)
  • Support : Papier
Résumé:

La caravana se alejó, dejando al camellero enfermo abandonado al pie del pozo.
Alli las caravanas hacen alto siempre, por la fama del agua, de la cual se refieren mil consejas. Según unos, al gustarla se restaura la energia; según otros, hay en ella algo terrible, algo siniestro.
Los devotos... Voir plus

La caravana se alejó, dejando al camellero enfermo abandonado al pie del pozo.
Alli las caravanas hacen alto siempre, por la fama del agua, de la cual se refieren mil consejas. Según unos, al gustarla se restaura la energia; según otros, hay en ella algo terrible, algo siniestro.
Los devotos de Ali, yerno y continuador de la obra religiosa y politica de Mohamed, profesan respeto especial a este pozo; dicen que en él apagó su sed el generoso y desventurado principe, en el dia de su decisiva victoria contra las huestes de su jurada enemiga Aixa o Aja, viuda del Profeta. Como no ignoran los fieles creyentes, en esta batalla cayó del camello que montaba la profetisa, y fue respetada y perdonada por Ali, que la mandó conducir a La Meca otra vez. Aseguran que de tal episodio histórico procede la discusión sobre las cualidades del agua del Pozo de la Vida. Es fama que Aixa la ilustre, una de las cuatro mujeres incomparables que han existido en el mundo, al acercar a sus labios el agua cuando la llevaban prisionera y vencida, aseguró que tenia insoportable sabor.
El camellero no pensaba entonces en el gusto del agua. Miraba desvanecerse la nube de polvo de la caravana alejandose, y se veia como naufrago en el mar de arena del desierto.
Verdad que el pozo se encontraba enclavado en lo que llaman un oasis; diez o doce palmeras, una reducida construcción de yeso y ladrillo destinada a bebedero de los camellos y albergue mezquino y transitorio para los peregrinos que se dirigian a la mezquita lejana; a esto se reducia el oasis solitario. Devorado por la calentura, que secaba la sangre en sus venas, el camellero, frugal y sobrio siempre, ahora apenas se acercaba al alimento, a las provisiones de harina y datiles. Su sostén era el agua del pozo.

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