"On n'est pas dans le futurisme, mais dans un drame bourgeois ou un thriller atmosphérique"
Cierto anochecer de fines de mayo, un hombre de edad mediana que venia de Shaston caminaba con rumbo a su casa situada en el pueblo de Marlott, en el vecino valle de Blackmore o Blackmoor. Tenia el hombre unas piernas bastante flacas y con propensión a torcerse, al echar el paso, un poco hacia la izquierda. De cuando en cuando inclinaba vivamente la cabeza, como si se afirmara en alguna opinión, aunque no iba pensando en nada. Colgaba de su brazo una cesta vacia, de las que se emplean para llevar huevos, y se cubria la cabeza con un sombrero con un punto muy desgastado en el borde, donde al quitarselo rozaba con el pulgar. A mitad de su trayecto hubo de encontrarse con un cura viejo que iba caballero en una yegua gris, tarareando una de esas tonadillas que sirven para aliviar el tedio del camino. -Buenas noches tenga usted -dijo el hombre de la cesta. -Buenas se las dé Dios, sir John -le respondió el cura. El viandante siguió su camino, pero luego que hubo andado unos pasos, se volvió y dijo: -Oiga usted, senor, y usted dispense, pero el último dia de mercado nos encontramos también en este mismo sitio y a esta misma hora, y recuerdo que yo le dije a usted: «Buenas noches», y que usted me contestó: «Dios se las dé a usted muy buenas, sir John», lo mismito que ahora.
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